LA TRAMPA ESTÉTICA: LO QUE LAS FOTOS DE INTERIORISMO EN REDES NO TE CUENTAN

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En el mundo del interiorismo y la decoración, las imágenes que vemos en redes sociales y revistas especializadas rara vez reflejan la realidad cotidiana. Y eso no está mal. Es completamente normal que los espacios se fotografíen bajo ciertas condiciones para realzar su estética: se ajusta la luz, se ocultan objetos cotidianos y se organizan los elementos con precisión milimétrica. El objetivo no es engañar, sino eliminar el ruido visual para destacar las cualidades arquitectónicas, los materiales o el diseño de mobiliario. Sin embargo, esta práctica tiene sus luces y sombras.

Cuando vemos un salón perfectamente ordenado, con una paleta cromática impecablemente coordinada, plantas exuberantes sin una hoja fuera de lugar y ni un solo cable a la vista, estamos observando una puesta en escena. Detrás de esa imagen hay estilistas de interiores, fotógrafos profesionales y editores que ajustan cada centímetro del encuadre.

Esto no significa que el diseño sea ficticio, sino que está congelado en su versión más pura. La intención es comunicar una idea, una atmósfera, incluso una aspiración. Es similar a cómo se fotografía un plato gourmet en un restaurante: no se busca retratar la experiencia completa de comerlo, sino su potencial estético y emocional.

Ilustración 1_ En la estantería de la izquierda los libros están colocados del revés en la búsqueda de una uniformidad cromática. Imagínate tener que buscar un libro en concreto sin poder leer el título o poder reconocerlo por su portada. En el proyecto Casa Bea tuvimos que pensar en colocar estanterías y librerías en todos los espacios posibles para albergar los innumerables libros de la clienta.

En la vida real, un hogar respira, se desordena, se adapta.

Imagina una cocina abierta al salón con una isla central impecable en redes. En la realidad, esa isla será el centro de operaciones de desayunos apurados, tareas escolares, compras sin guardar y reuniones familiares. O un baño perfectamente simétrico en las fotos, cuando en el día a día hay toallas húmedas, cepillos de dientes de colores y productos de higiene alineados como soldados desordenados.

O una habitación infantil decorada en tonos neutros, con juguetes de madera cuidadosamente seleccionados por su valor estético. Pero en la realidad, el niño probablemente prefiera los dinosaurios fluorescentes o los bloques de colores chillones que no combinan con la paleta escogida.

Por más diseño que haya, la funcionalidad del día a día deja marcas inevitables. Algunos elementos casi nunca aparecen en esas imágenes de interiores «perfectos»:

  • Electrodomésticos visibles: aires acondicionados en paredes, robots de cocinas, tostadoras, exprimidores… suelen desaparecer de la escena, aunque sean imprescindibles.
  • Juguetes de niños: son uno de los elementos más comunes en hogares familiares, pero su colorido y desorden natural no encajan con una estética minimalista.
  • Cables y cargadores: en la vida diaria, tener el móvil enchufado al lado del sofá es más probable que una lámpara decorativa.
  • Ropa colgada o doblada, papeles administrativos, bolsas del súper sin guardar, botellas medio llenas, cuadros que aún no se han colgado, botes de champú… son parte del ecosistema real de una casa habitada.

No exactamente. Hay que entender estas imágenes como una inspiración visual, no como una meta rígida. Son representaciones idealizadas de lo que un espacio puede llegar a ser, no necesariamente de cómo debe ser en todo momento. Sin embargo, también es cierto que la constante exposición a este tipo de contenido puede generar frustración o falsas expectativas.

Los aspectos positivos de estas imágenes idealizadas

  • Inspiración y motivación: ayudan a visualizar el potencial de un espacio, fomentan el gusto estético y dan ideas aplicables en menor escala.
  • Claridad conceptual: al eliminar lo superfluo, se destacan elementos clave como la distribución, el uso de la luz, las texturas o el mobiliario.
  • Profesionalización del diseño: presentan el trabajo de arquitectos, interioristas y diseñadores con el valor que merece, mostrando su visión sin interferencias.

Contras y peligros

  • Desconexión con la realidad: al intentar replicar estos espacios sin considerar la funcionalidad diaria, se puede caer en la frustración o incluso en el consumismo estético.
  • Idealización tóxica del hogar: un espacio perfectamente ordenado no necesariamente es más feliz, más habitable o más humano.
  • Menosprecio de lo cotidiano: lo verdaderamente bello del interiorismo está en cómo se adapta a la vida real, no en cómo se mantiene «limpio» para una foto.
Ilustración 2_ Las imágenes del proyecto Los Girasoles sacadas por la clienta. En la segunda foto elimina algunos elementos de ruido visual y – gracias a la iluminación y al elemento del agua cayendo del techo – consigue crear una atmosfera totalmente distinta del mismo espacio.

Como consumidores:

  • Ver estas imágenes como referencias artísticas, no como estándares inalcanzables.
  • Aplicar las ideas de diseño a nuestra vida cotidiana sin renunciar a la funcionalidad.
  • Valorar los espacios que muestran «vida real»: los que no tienen miedo de enseñar una mesa desordenada o un sofá con mantas.

Como creadores de contenido:

  • Combinar imágenes ideales con otras más humanas y vividas.
  • Explicar el proceso detrás de la escena para que el lector entienda qué es real y qué es montaje.
  • Hacer contenido que también muestre cómo se vive un espacio, no solo cómo se fotografía.

En el contexto actual, donde la mayoría de los clientes llegan con carpetas repletas de imágenes sacadas de Pinterest, Instagram o revistas de diseño, el papel del arquitecto ha adquirido una dimensión nueva: la de traductor de imágenes idealizadas a soluciones arquitectónicas reales, viables y significativas.

No se trata únicamente de proyectar, calcular o elegir materiales; se trata de gestionar expectativas sin romper ilusiones, y de acompañar al cliente en el camino desde la inspiración hasta la coherencia con su espacio, su presupuesto y su estilo de vida.

El arquitecto como intérprete de deseos

Cuando un cliente llega con una imagen de un baño de 20 m² y quiere replicarlo en su baño de 3 m², no se trata solo de decir “no se puede”, sino de mostrarle lo que se puede hacer con su espacio y cómo adaptar la esencia de la imagen a su realidad. A menudo el cliente no está pidiendo literalmente ese espacio: está pidiendo la sensación que le provocó esa imagen. El trabajo del arquitecto es descifrar ese lenguaje visual, detectar la emoción detrás del deseo (amplitud, calma, lujo, orden, luz) y transformarlo en un proyecto que funcione para ese lugar, ese uso y esa persona.

Esto convierte el proceso de diseño en algo más profundo que un simple ejercicio de copia-adaptación: lo transforma en una construcción conjunta de significados.

El arquitecto como educador visual

El exceso de contenido estilizado ha generado una desconexión entre el imaginario colectivo del diseño y la realidad técnica y espacial. Frente a esto, el arquitecto tiene también un rol pedagógico: mostrar que esas imágenes no son mentiras, pero sí versiones “destiladas” de lo posible, y que su función principal es inspirar, no dictar.

Aquí entra en juego el profesional como curador visual: alguien que ayuda a filtrar, priorizar y transformar referencias estéticas en estrategias proyectuales coherentes. No para bajar al cliente a la realidad, sino para elevar la realidad del cliente con soluciones inteligentes y sinceras.

El arquitecto como diseñador de vida cotidiana

Finalmente, todo diseño arquitectónico o interiorista debe tener un ancla firme en la vida diaria. Las decisiones que tomamos como profesionales deben prever lo que no se ve en las fotos: la mochila en la entrada, la cafetera conectada, el secador de pelo en la repisa, los juguetes en el suelo.

Incluir el día a día desde el diseño inicial evita el error común de diseñar sin contemplar cómo se usará un espacio. Es clave integrar preguntas como: Cuántas personas viven en la casa? Hay niños o mascotas? Se cocina mucho? Trabajan desde casa?

A partir de esas respuestas, el diseño puede prever el «desorden funcional»: zonas de guardado inteligente, materiales resistentes, mobiliario modular y soluciones prácticas que permitan mantener un buen nivel estético sin obsesionarse con la imagen “perfecta”.

En resumen

En esta era visual, donde la estética muchas veces precede a la lógica, el arquitecto se convierte en un traductor de aspiraciones, un mediador entre imagen e identidad, y un diseñador de realidades vivibles. No es negar la belleza que inspiran las redes, sino aprender a reinterpretarla con responsabilidad, creatividad y criterio técnico.

Esta habilidad, cada vez más demandada, no se enseña en planos ni se dibuja en renders: se desarrolla en la empatía, la escucha activa y el compromiso con el uso real de los espacios.

¿Te ha pasado que tu casa no se parece a tus tableros de Pinterest? Cuéntanos en los comentarios o consulta con un profesional para hacer de tu espacio algo realista y bello a la vez: ¿Quieres que te ayudemos a diseñar tus espacios a medida? ¡Contacta con nosotros!

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